Se va acabando el curso y nuestras alumnas de Historia del Arte ya atesoran una serie de contenidos que les permiten disfrutar mucho más a la hora de visitar un museo.
Y es lo que hemos hecho esta mañana. Con alguna baja, hemos salido del cole y nos hemos acercado hasta el museo del Palacio Episcopal.
Podría haber sido una visita sin más a un museo de arte sacro, como cualquier otro, pero no lo ha sido por vun par de razones. Una, porque es un museo recién estrenado, como quien dice, y que además atesora obras de grandes artistas, algunos de ellos salamantinos. Y otra, porque nuestras amantes del arte han podido ver in situ cosas de las que hemos hablado en clase y que han ido aprendiendo a lo largo del curso. Valga como ejemplo la rigidez de la escultura románica...
...frente a la expresividad manierista deformadora de la realidad...
...o la utilización de materiales como la escayola o el metal en esculturas contemporáneas.
Y en el campo de la pintura podemos encontrar también grandes contrastes. Basta con comparar la pintura "cinematográfica" de Ángel Luis Iglesias con el estilo hispanoflamenco de Fernando Gallego y sus coetáneos.
De este último hay que destacar además, la recreación, a una escala menor, del famoso Cielo de Salamanca, que cubría el techo de la antigua biblioteca de la Universidad. Es una gozada mirar hacia arriba y caminar de un ábside al otro deteniéndose en las estrellas, planetas, constelaciones y vientos, tan bella y alegóricamente representados.
Pero la experiencia es aún más completa si después, al salir del museo, te acercas al Patio de Escuelas Mayores y te pones bajo la obra original. Y entonces te das cuenta del tamaño que tiene y de lo impresionante que debió ser completa, con el otro ábside y con la bóveda.
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